Descripción
Para el cristiano comprometido, el Sacramento de la Confesión es parte esencial y central de su vida de fe, porque una vida que se profesa como tal, no es posible imaginarla sin la continua reconciliación con Dios y con los hombres. Y esta reconciliación no se alcanza por medio de compromisos recíprocos, como sucede entre los políticos, sino a través de la transformación total del propio corazón y se realiza precisamente mediante una humilde Confesión Sacramental.
Ciertamente, existe el temor de que los creyentes no lleguen a comprender este sacramento como debieran y de que esa comprensión no sea además conforme al espíritu del Santo Evangelio. Muy a menudo es entendido de una manera demasiado superficial y equivocada. Así por ejemplo, no son raros los casos en los que dicho sacramento es visto como un proceso judicial agobiante que hay que enfrentar y superar fatigosamente. Cuando entonces, en ciertos círculos cristianos comienza a hablarse de la Confesión, se llega a decir y se concluye también que este sacramento no es otra cosa que revelar los propios pecados y esperar la absolución y la penitencia correspondiente. Y todos los que creen que no están en pecado o no cometen pecados, destacan con suficiencia el hecho de que, después de todo, ellos no han asesinado a nadie, no han robado nada y tampoco han hecho nada para lastimar a su prójimo, y que la confesión principalmente se reduce a eso. Rara vez se puede encontrar a alguien que tome en cuenta los pecados de omisión para incluirlos en la confesión.
La Confesión, de hecho, debe ser considerada antes que nada como un encuentro del hombre, en su condición de pecador, con el Padre misericordioso, como el regreso del hijo pródigo a la casa del Padre bueno.
Tema de confesión no es solamente el pecado cometido sino además la obra buena no realizada, sobre todo el amor no manifestado hacia Dios y el prójimo, porque el amor constituye el mandamiento más grande de la Ley de Dios. Por tanto, el amor no manifestado es para el cristiano el pecado más grande contra la Ley, que es – para el cristiano – el Evangelio de Jesús. Quien no ha pecado contra el amor es verdaderamente un hombre sin pecado, pero tales hombres exentos de pecado no existen. Por lo tanto, incluso aquel que no ha cometido algún mal, no está sin pecado, si no ha cumplido completamente con el mandamiento del amor. Todos somos pecadores y todos estamos heridos por el pecado, y los que están heridos necesitan medicación y el tratamiento necesario.
El enfermo necesita la curación, y esa es precisamente la Confesión. Ella es una casa de curación y un centro de recuperación. Es lo que cura nuestro corazón herido. Sana nuestro ser enfermo. El médico y sanador es Dios mismo, y el mediador es el sacerdote que nos confiesa. Si el Sacramento de la Reconciliación llega a comprenderse como verdaderamente debe ser, la Confesión se volverá entonces para el cristiano un acto cada vez más profundo y le será mucho más fácil aceptarla.
Este librito, nacido de la experiencia de los acontecimientos de Medjugorje, tiene la intención de ser una ayuda en tu camino. Desea ayudarte a comprender de qué manera tu corazón puede llegar a ser y seguir siendo siempre una flor espléndida, llena de fragancia que emana EL PERFUME DE LA PAZ Y LA RECONCILIACIÓN. Este librito desea ayudarte a que te deleites con la flor de tu alma y a gozar de sus frutos: AMOR, BONDAD, PERDÓN, CARIDAD, PAZ, BENEVOLENCIA, FORTALEZA, SABIDURÍA. Quiere ayudarte a realizar con deleite una labor fecunda en el campo de tu corazón, porque eso vale la pena.
Editorial: MARÍA REINA DE LA PAZ
Autor: P. Slavko Barbaric O.F.M.
Páginas: 134
Medidas: 20.50 cm Largo X 13.50 cm Ancho
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